¿Cómo ha evolucionado la mortalidad materno-infantil desde la era preindustrial?

1. La cruda realidad de la era preindustrial

En la era preindustrial, el parto era un viaje peligroso tanto para las madres como para sus hijos. Sin los avances y conocimientos médicos que hoy damos por sentados, los riesgos asociados al embarazo y el parto eran alarmantemente altos. Las mujeres se enfrentaban a un sinfín de peligros, como complicaciones durante el parto, infecciones posparto y acceso limitado a parteras cualificadas. Los bebés también eran vulnerables a diversas enfermedades e infecciones debido a prácticas higiénicas inadecuadas y a la falta de intervención médica. Estos factores se combinaron para crear una sombría realidad en la que las tasas de mortalidad maternoinfantil eran inaceptablemente altas.

Para las madres, el parto era a menudo una cuestión de vida o muerte. La ausencia de entornos estériles y de una higiene adecuada aumentaba el riesgo de infecciones, como la fiebre puerperal, que se cobró la vida de innumerables mujeres. Además, los partos prolongados, los partos obstruidos y las hemorragias incontroladas eran sucesos comunes que a menudo provocaban mortalidad materna. La falta de anestesia hacía que el proceso fuera angustiosamente doloroso, y las intervenciones quirúrgicas, como las cesáreas, eran casi inauditas.
La mortalidad infantil fue igualmente devastadora durante esta época. La ausencia de un saneamiento adecuado, unida a la falta de conocimientos sobre gérmenes y bacterias, contribuyó a la propagación de enfermedades que se cobraron la vida de muchos recién nacidos. Afecciones como el tétanos, la sepsis y las infecciones respiratorias eran frecuentes, y sin acceso a vacunas y antibióticos, los bebés tenían pocas posibilidades de sobrevivir. La falta de apoyo a la lactancia materna y de nutrición también desempeñó un papel importante en las elevadas tasas de mortalidad infantil.

2. Avances médicos y mejoras en la higiene

El desarrollo de los conocimientos y avances médicos en los siglos XIX y XX trajo consigo mejoras significativas en la salud maternoinfantil. El descubrimiento de la teoría de los gérmenes revolucionó las prácticas higiénicas, conduciendo a una mejor comprensión de la transmisión de enfermedades y a la aplicación de medidas sanitarias. Esto, a su vez, redujo significativamente el riesgo de infecciones durante el parto y la infancia.

La mejora de las prácticas higiénicas, como el lavado de manos, la esterilización del material médico y el uso de antisépticos, redujo drásticamente la incidencia de infecciones maternas y neonatales. La introducción de la atención prenatal, en la que las embarazadas recibían revisiones y orientación periódicas, permitió detectar y tratar precozmente las complicaciones, reduciendo aún más las tasas de mortalidad.
Las intervenciones médicas también desempeñaron un papel crucial en la mejora de los resultados. La introducción de la anestesia alivió el dolor del parto y lo hizo menos traumático para las mujeres. Los procedimientos quirúrgicos, incluidas las cesáreas, se hicieron más seguros y accesibles, salvando innumerables vidas en casos de parto obstruido o sufrimiento fetal.

Además, el desarrollo de vacunas y antibióticos desempeñó un papel importante en la reducción de las tasas de mortalidad infantil. Las vacunas protegían a los lactantes de enfermedades mortales como la poliomielitis, la difteria y la tos ferina, mientras que los antibióticos proporcionaban tratamientos vitales contra las infecciones bacterianas.

3. 3. Mejorar el acceso a parteras cualificadas

Uno de los factores críticos que han contribuido al descenso de las tasas de mortalidad maternoinfantil ha sido el mayor acceso a parteras cualificadas. En la era preindustrial, los partos eran atendidos predominantemente por comadronas, que poseían conocimientos y recursos médicos limitados. Sin embargo, el auge de la medicina moderna propició la profesionalización de la obstetricia y la aparición de profesionales sanitarios formados y especializados en salud maternoinfantil.
La presencia de asistentes de parto cualificados, como obstetras y comadronas, durante el parto redujo significativamente los riesgos asociados al parto. Estos profesionales contaban con los conocimientos y habilidades necesarios para tratar las complicaciones de forma rápida y adecuada. Proporcionaban atención y apoyo esenciales durante el embarazo, el parto y el puerperio, garantizando resultados óptimos

y reduciendo la probabilidad de mortalidad materna e infantil.

El acceso a parteras cualificadas se ha visto reforzado por iniciativas encaminadas a mejorar las infraestructuras sanitarias y ampliar los servicios de atención sanitaria. En muchos países se han hecho esfuerzos para establecer clínicas de salud materna, centros de maternidad y hospitales equipados con instalaciones modernas. Esto ha permitido que más mujeres reciban atención de profesionales formados en un entorno seguro y propicio, minimizando así los riesgos asociados al parto.

Además, se ha dado prioridad a la formación y educación de las parteras para garantizar su competencia y capacidad para manejar situaciones complejas. Se han puesto en marcha programas de desarrollo profesional continuo y protocolos estandarizados para mantener unos niveles de atención de alta calidad. Además, la creación de organismos reguladores y asociaciones profesionales ha reforzado aún más la responsabilidad y la profesionalidad de las parteras.

4. Empoderamiento de las mujeres y mejora de los factores socioeconómicos

Otro factor importante que contribuye al descenso de las tasas de mortalidad materno-infantil es el empoderamiento de la mujer y la mejora de los factores socioeconómicos. En la era preindustrial, las mujeres solían tener un control limitado sobre su salud reproductiva y carecían de acceso a la educación y a oportunidades económicas. Esto dificultaba su capacidad para tomar decisiones informadas sobre planificación familiar y buscar la atención sanitaria adecuada.



Sin embargo, con los avances en los derechos de la mujer, la educación y las oportunidades económicas, las mujeres tienen ahora más autonomía y agencia en la gestión de su salud reproductiva. El acceso a la educación sexual integral, la anticoncepción y los servicios de planificación familiar permite a las mujeres espaciar los embarazos y planificar embarazos más saludables. Esto, a su vez, reduce los riesgos asociados a los embarazos múltiples y al espaciamiento inadecuado entre los nacimientos.

Las mejoras en las condiciones socioeconómicas, como un mayor acceso al agua potable, el saneamiento y la nutrición, también han desempeñado un papel crucial en la mejora de los resultados de la salud materna e infantil. Una nutrición adecuada durante el embarazo y la infancia garantiza embarazos más sanos y sistemas inmunitarios más fuertes en los recién nacidos. Además, la mejora de las condiciones de vida y el acceso al agua potable ayudan a prevenir la propagación de infecciones y reducen la carga de morbilidad de madres e hijos.
En conclusión, la evolución de la mortalidad maternoinfantil desde la era preindustrial hasta nuestros días es un testimonio de los avances en los conocimientos médicos, las mejoras en las prácticas higiénicas, el mayor acceso a parteras cualificadas y el empoderamiento de la mujer. Gracias a estos esfuerzos colectivos, las tasas de mortalidad materna e infantil han descendido significativamente, garantizando resultados más seguros y saludables para las madres y sus hijos. Sin embargo, a pesar de estas mejoras, siguen existiendo retos y es necesario seguir avanzando para lograr el acceso universal a una atención sanitaria maternoinfantil de calidad para todos.

Preguntas frecuentes

¿Cómo cambiaron las tasas de mortalidad materno-infantil durante la era preindustrial?

Durante la era preindustrial, las tasas de mortalidad maternoinfantil eran significativamente superiores a las de la época moderna. La falta de avances médicos, el acceso limitado a la asistencia sanitaria y las malas condiciones sanitarias contribuían a un mayor riesgo de infecciones y complicaciones durante el parto. Además, las deficiencias nutricionales y una atención prenatal inadecuada aumentaban aún más la vulnerabilidad de madres e hijos.

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